lunes, 9 de noviembre de 2009

Uso social para los baldíos de la ciudad

Se calcula que en cada manzana de los barrios periféricos de la ciudad hay, por lo menos, un terreno baldío privado. La falta de planificación de estos barrios, que surgieron de asentamientos muchas veces fomentados desde el mismo Estado, hace que los espacios públicos de esparcimiento escaseen.


Por J.G.R.



La semana pasada tomó visibilidad pública un tema que rara vez es tratado por los medios. Quizás de este tipo de temas no se habla generalmente porque, de alguna manera, roza uno de los tabúes de esta sociedad: el tabú de la propiedad privada, como si esta fuera sagrada o ahistórica. Sagrada porque muchas veces la propiedad privada se presenta como una institución legada por un mandato divino; y ahistórica porque, además, se la presenta como una entidad surgida con el origen mismo de la humanidad. Y es que la semana pasada se aprobó una ordenanza para el “Uso social de los terrenos baldíos” en el Concejo Deliberante, la cual tuvo una aceptable trascendencia mediática, tratándose de un tema que, si bien no afecta directamente a la propiedad privada, por lo menos la interpela.
El proyecto fue presentado por el concejal de Libres del Sur, Martín Yánez, y aprobado por unanimidad por el cuerpo legislativo. Consiste esta iniciativa en crear en el Municipio un Programa para uso social de los terrenos baldíos. Se prevé que en dicho programa deberán registrar un comodato aquellas organizaciones sociales, intermedias y/o civiles que tengan personería jurídica, en un acuerdo con aquellos propietarios de los terrenos baldíos que accedan a prestárselos por el periodo de cuatro años (periodo renovable cuantas veces acuerden las partes), para que tales lugares puedan ser destinados a un uso comunitario: canchitas de fútbol, huertas comunitarias, espacios para ferias barriales, espacios culturales, etc. A cambio, el municipio desgravará impositivamente a estos terrenos, eximiéndoles del pago del impuesto inmobiliario, la tasa general de inmuebles y la tasa de baldíos, por el tiempo que dure el comodato.
Entre los fundamentos que sustentan la ordenanza, el autor utiliza un discurso que termina interpelando a la sociedad misma: “Que, dentro de la jurisdicción del ejido municipal, existe una gran cantidad de terrenos ociosos o baldíos que, en muchos casos por falta de mantenimiento, se tornan en lugares que atentan contra la seguridad de los vecinos o se transforman en focos infecciosos de dengue; son espacios que podrían ser utilizados por entidades sin fines de lucro para llevar adelante sus proyectos comunitarios, tales como huertas, espacios deportivos o emprendimientos, que por sus características requieran de un espacio suficiente para tareas grupales como talleres, aulas, etc.”
Párrafos, en definitiva, que interpelan sobre qué debe valores deben primar en una comunidad: el interés particular desmedido (al límite de tener un terreno abandonado, en un barrio, que funciona de aguantadero o foco infeccioso de dengue) o el bien común, el derecho a la salud, al esparcimiento y a la seguridad de una población. Pregunta que, sin poner en discusión la propiedad privada, la muestra como una relación social entre seres humanos, algunos de los cuales, debido a su interés desmedido, ponen en riesgo de epidemias e inseguridad a una población, y otros, que intentan acceder a espacios que permitan el desarrollo social de una ciudad que, por su densificación explosiva, pocos lugares destina para esos fines.

CUADRO 1
Tabúes

Cualquiera que haya estudiado los clásicos de la economía política (Smith, Marx o Comte) podrá observar cómo estos autores, con más o menos énfasis, a lo largo de sus obras, trataron de explicar el surgimiento de la propiedad privada. El más preciso de ellos fue Marx, que sugirió entenderla no como una cosa, sino como una relación social entre los hombres. Relación que empieza adoptar las características que hoy conocemos en un momento determinado de la historia de la humanidad, previo al surgimiento del capitalismo a fines del siglo XIII, principios del XIV. Esta relación es producto del trabajo alienado y determinó, después de un proceso histórico signado por la violencia y por la sangre, quiénes serían los poseedores de los medios de producción y quiénes estarían obligados a vender libremente su fuerza de trabajo para sobrevivir. (Capítulo XXII de El Capital – “La acumulación originaria”). Este proceso de acumulación originaria, que cambió la relación del hombre con el producto de su trabajo, con la tierra y entre los hombres, y que dio origen al la propiedad privada con las características que conocemos hoy, está velado, oculto, constituye un tabú. Por ello, cuando surgen temas que pretenden, aunque sea en un grado menor, interpelar este proceso, pasan desapercibidos o no tienen una mayor trascendencia.

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