Por Daniel Avalos
Algunos de los que habíamos militado en la izquierda universitaria durante los noventa, volvimos a la UNSa después del 2001 como profesores. Algunos de esos algunos sentíamos la necesidad del gesto obligatorio, o políticamente correcto, de volver a militar. No se pudo; al menos no como había sido en la etapa estudiantil. Las viejas compañías ya no estaban. El “Frente Amplio”, una alianza de militantes que provenían de la izquierda y peronistas históricos que habían destronado a la Franja Morada de la conducción del Centro de Estudiantes de Humanidades, era un recuerdo mal guardado por la organización que la sucedió: Oktubre. Y no sólo estábamos solos. El país había explotado, la situación social y política era otra, y mientras tanto nuestra nueva condición de docentes nos llevaba a otros ámbitos de participación. Algunos optamos por emplear nuestra disciplina, la Historia, como espacio de compromiso social. El estudio de lo que había ocurrido en los 60 y los 70, la necesidad de revisar un periodo que el alfonsinismo había convertido en una disputa entre dos demonios, escrito desde la idealización o la demonización de las organizaciones populares, se convirtió en nuestro campo de militancia. Fundábamos revistas, organizábamos charlas, y mientras hacíamos todo aquello admirábamos el novedoso paisaje militante estudiantil. Un grupo era llamativo. Lo conducía un estudiante de rasgos claramente teutones. Era Gustavo Farqhuarson. Solía pasearse acaloradamente por los patios cercanos del viejo edificio de la Facultad de Humanidades, seguido de otros estudiantes. Formaban la agrupación “Venceremos”. A mis clases de Historia Colonial asistían algunos. Los más, participaban apasionadamente de ellas; los menos, tenían una actitud contemplativa. Una vez, dos profesores que habíamos hecho del estudio de los 60 y los 70 casi una disciplina, recurrimos a ellos. Fue cuando trajimos a un militante importante de Montoneros en los 70. Hablamos con Farqhuarson y acordamos: la “Venceremos” convocaría estudiantes y se anotaban como co-organizadores del encuentro. El día del encuentro no aparecieron. La Venceremos era así, desconcertante. El teutón también. No participaban de las elecciones estudiantiles; había semanas que protagonizaban actividades febriles y otras en donde no aparecían por ningún lado. Después me lo explicó el propio Farqhuarson: convocaban simpatizantes, pero no para militar en la universidad, sino para trabajar en el “territorio”, intentando resolver las necesidades urgentes de los barrios cadenciados, como comedores, merenderos, centros de alfabetización, etc. A veces comunicarse era difícil, pero uno lo sentía cercano, un militante nuestro, parte de ese “nosotros” genérico que llamamos “movimiento popular”. Nos encontramos después de un largo tiempo. Algunas cosas habían cambiado. Me relató que a la militancia territorial le había sumado la militancia política. Que el nuevo nombre, “Libres del Sur”, respondía a esa orientación, dirigida a acumular fuerza y voluntades para llegar al Estado. Que “el Estado sí importaba”, que era el espacio de disputa entre las fuerzas políticas que todo lo mercantilizan, y aquellas que aspiran a redistribuir la riqueza y promover los derechos económicos y sociales de los estratos populares. Otra vez, uno lo sentía muy cerca.
Farqhuarson llegó a conducir la Secretaría de Lucha contra las Adicciones de la mano de su organización, y esta semana ha renunciado. El periodismo relató el hecho así: “Farqhuarson aseguró que había tomado la decisión de renunciar ante la falta de presupuesto para el área que conducía, y por la decisión de Urtubey de pasar la Secretaría del Ministerio de Desarrollo Humano al de Salud”. Es cierto, pero difícil entenderlo en toda su dimensión sin analizar el proceso político del Gobierno actual, del que Libres del Sur forma parte. Repasemos los aspectos técnicos. La cuestión presupuestaria ha sido importante según el renunciante: hay un desequilibrio entre lo que se necesita para luchar contra las adicciones y lo que el Gobierno destina para la tarea. El detonante, sin embargo, pareció ser otro: la disposición de trasladar la Secretaría de Lucha contra las Adicciones del ámbito de Desarrollo Humano al de la Salud. el ex Secretario declaró que una decisión de ese tipo suponía “querer atacar las consecuencias del problema y no la raíz de fondo, que tiene que ver con problemáticas sociales” (Nuevo Diario 17/11/09). Aun cuando los especialistas podrían ilustrarnos mejor al respecto, la postura está lejos de ser antojadiza. Considerar a las adicciones como un problema de salud es, por lo menos, discutible. La medicina casi siempre busca dar una definición exacta de la enfermedad (en este caso las adicciones); encontrar una causa específica de la misma y dar un tratamiento adecuado que erradique las causas de la enfermedad. Y el problema es que las adicciones no parecen tener una causa específica. Menos aún una causa que tenga que ver con cierta falla del cuerpo, que un médico compondría como un mecánico compone un auto. Las adicciones son producto de una problemática social. Resulta imposible combatirlas sin comprender el fenómeno de la precarización de las relaciones sociales en las que se desenvuelve nuestra sociedad, en general, y la juventud, en particular: quiebre de las solidaridades sociales, laborales y políticas, que rompen hasta límites insospechados la experiencia de los individuos, dejando como único horizonte de vida la inestabilidad y la incertidumbre. Evitemos, sin embargo, reducir todo a cuestiones técnico– científicas. Razones políticas atravesaron todo el proceso. Serán menos visibles, tendrán objetivos no declarados por las partes, pero efectivamente existen. El Estado, “que sí importa” como espacio de disputa entre fuerzas políticas con proyectos distintos, está ocupado hoy por un gobierno que viene mutando a un ritmo acelerado. Ese gobierno, que llegó al Poder a través de una alianza entre actores que decían perseguir un cambio con respecto al anterior, protagoniza hoy una metamorfosis irreversible: abandona el programa original, y se asienta en un PJ que, aportando a Urtubey un numeroso equipo de funcionarios político-administrativos que garantizan gestión y búsqueda de votos, pide a cambio mayor poder y aislamiento de las fuerzas que conformaron el Frente del 2007. Mientras eso ocurre, se consolida una tendencia conocida: debilitamiento el Estado, procesos privatizadores, precarización del trabajo, desempleo, debilitamiento del consumo popular, marginalidad, adicciones, etc.Farqhuarson ha renunciado a ocupar ese espacio que él y su organización consideran crucial. Ha dejado un puesto importante y, a la vez, un trabajo. El dato no debería ser noticia, pero lo es en estos tiempos. Quedarse sin trabajo en un país como el nuestro es el mayor miedo de hombres y mujeres, una pesadilla obstinada. Adujo diferencias técnicas aunque, a no dudarlo, éstas responden a conflictos políticos entre su fuerza y el Gobierno. Anunció su renuncia en una conferencia de prensa el día lunes con un tono de voz del que ya era dueño en la universidad: un hablar despersonalizado, como si relatara hechos en los que él no fuera protagonista. La decisión, seguramente, no significará que su organización se apreste a transitar una etapa de crecimiento gigantesco ni, menos aún, que la relación de fuerzas que existe en la provincia entre las fuerzas del establishment y las progresistas vaya a equilibrarse. Significa, sí, que esa organización quiere protagonizar la realidad política local. Y uno vuelve, entonces, a sentirlo muy cerca. Como en aquellos años desdichados y llenos de fantasmas, cuando nuestro país se deshilachaba y nos angustiaba a todos. Podremos discutir sus razones, los tiempos que ha empleado y otras cosas, pero uno lo siente cerca porque ve en él un militante que la política tradicional no ha devorado. El militante no es un profesional remunerado, sino alguien que busca entregar lo más importante que ha ido acumulando y aprendiendo para la construcción de un mundo mejor, el que desea vivir para protagonizar el cambio, luchando por él, fundiendo la teoría y la práctica, la ética y la vida cotidiana.
1 comentario:
excelente!!!. Un fuerte abrazo.
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