Hospital Oñativia
La conducción del Hospital Oñativia está siendo duramente cuestionada por los profesionales. Al pésimo estado del nosocomio y los bajos sueldos, se suman críticas a convenios y contratos que van en detrimento de la institución y favorecen el bolsillo de unos pocos, parados a los dos lados del mostrador.
La conducción del Hospital Oñativia está siendo duramente cuestionada por los profesionales. Al pésimo estado del nosocomio y los bajos sueldos, se suman críticas a convenios y contratos que van en detrimento de la institución y favorecen el bolsillo de unos pocos, parados a los dos lados del mostrador.
Por Daniel Medina
Las 36 fotos que se encuentran en la página web del Hospital Oñativia fueron sacadas con sumo cuidado: esta vez, el arte nacido para retratar la realidad tuvo como único objetivo ocultarla. Ni las cucarachas, ni los azulejos rotos, ni la suciedad en los pisos, baños y consultorios, ni los enchufes destruidos y que pueden electrocutar a cualquiera –todos padecimientos diarios de los profesionales y pacientes- se pueden ver en esas imágenes. Mucho menos visible es la carencia de medicamentos básicos para diabéticos y para aquellos con problemas de tiroides, que sí se sufren en el día a día.
Hay otras circunstancias que un buen observador podría percibir en la fotografía de un hábil fotógrafo, si es que éste simplemente gatillara, sin invitar a la pose, para poder captar realmente el instante. Por ejemplo, se haría evidente el amplio malestar de los médicos por los bajos sueldos, por la falta de elementos básicos de funcionamiento, porque los baños son nauseabundos o porque la mayoría no tiene ni dónde cambiarse ni oficina, y se pueden encontrar hasta consultorios con agujeros en el piso.
Otro ingrediente de la bronca que vienen acumulando los profesionales es que el pésimo presente del hospital sólo se puede entender a partir de una serie de medidas erradas que tomó “el gobierno de facto”. Así denominan en los pasillos de “El bocio” a la gerencia que asumió a fines de 2007, en concordancia con el cambio en la gobernación provincial. Poco antes, el hospital había llevado a cabo sus elecciones. El Dr. Ernesto Saravia Day, quien actualmente desempeña el cargo de Gerente General, fue uno de los tres candidatos. Y salió tercero. Pero ahí entró a jugar su papel el Ministro de Salud de la provincia, y lo designó. A su manera, fue una forma de darla la razón a la Biblia: los últimos serán los primeros.
Los negocios
La nueva gerencia, encabezada por Ernesto Saravia Day y con Marcelo Pedro Nallar como subgerente, tomó distancia de los empleados (sólo se puede llegar a ellos a través de un portero eléctrico); se ha aislado. Y desde ahí se arman los negocios, que van en detrimento del hospital y sólo favorecen a unos pocos. El hospital se ha convertido en un reducto, donde cuatro o cinco hacen negocios, y donde la única forma de hacer plata es llevándose bien con la conducción, se comenta en los pasillos.
Por eso hay bronca. Y ésta, que se viene acumulando de manera silenciosa en los trabajadores del nosocomio, se agravó el día 24 de junio de este año, cuando la gerencia firmó un contrato de gestión de servicios de transplantes, contrato que los demás trabajadores observan como otra maniobra que hundirá aún más a este hospital de autogestión y sólo llenará los bolsillos de un puñado. La situación es extremadamente anómala: hay un par de médicos que se encuentran de los dos lados del mostrador: son los contratantes y los contratados al mismo tiempo. Y, para que esta nueva función pueda desarrollarse a pleno, deberán construir toda una nueva ala, para la cual ya se ha tomado un préstamo, aparentemente de un organismo internacional.
Se presume que en el contrato el hospital se comprometió a entregarle a la empresa “Transplante Renal Salta SRL (ETRS SRL) el lugar acondicionado para que se preste el servicio de Transplante Renal, con una Unidad de internación que deberá ser acondicionada por la empresa contratada, lo cual le dará la exclusividad para su uso. El hospital, además, aportará los dos quirófanos reglamentarios, la Unidad de Terapia Intensiva y los consultorios de seguimiento ambulatorio necesarios para el normal funcionamiento del servicio. Y también pondrá el personal de enfermería, maestranza y mantenimiento, ropa de cama, alimentación de los pacientes, esterilización, etc.
Además, el servicio de emergencia del hospital cubrirá las urgencias que se presenten fuera del horario habitual de trabajo, contando obligatoriamente con el apoyo pasivo de los integrantes del Equipo de Transplante. O sea que los mal pagados médicos tendrán más trabajo, el cual deberán hacer sin cobrar un adicional económico.
Todo servido para la empresa. Incluso hay un ítem que protege un poco las arcas del hospital, pero sólo para asegurarle a los privados que recibirán su dinero. Se explica allí que, en caso de que la internación supere los 21 días por determinadas complicaciones, será entonces “el financiador” (léase Ministerio de Salud Pública) el que se hará cargo de los costos.
Lo que sí saldrá del bolsillo de la empresa es el pago de los honorarios del equipo médico quirúrgico necesario: nefrólogos, urólogos, cirujanos, anestesistas e instrumentistas.
El contrato firmado ese 24 de junio tiene un plazo de diez años, prorrogable automáticamente por períodos iguales. Por eso la bronca. Porque el Hospital Oñativia es de autogestión, lo más cercano a una cooperativa, y las decisiones de la actual conducción, con contratos de este tipo o los convenios firmados con la municipalidad capitalina, ponen al nosocomio al borde del abismo. Todas las decisiones se toman sin consultar a nadie: sólo dan, como mucho, un aviso de lo que ha pasado.
En el caso del contrato para los transplantes, la conducción ha tratado de abrir el paraguas, diciendo que si sobra plata va a ir a la productividad. Por su parte, los profesionales que sostienen en pie al Oñativia saben que nunca puede sobrar plata, porque los gastos de esta prestación son enormes.
Una sola certeza tienen los profesionales del lugar: este saqueo no se podría estar llevando a cabo sin la complicidad del Ministerio de Salud.
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