Con la atención pediátrica, el “Nuevo Hospital” no sería tan buen negocio
El hospital materno infantil con gerenciamiento privado tendrá un presupuesto fijo de 96 millones de pesos anuales. Siendo un hospital de agudos, no podrá negar asistencia a los pacientes graves derivados de otros centros sanitarios de menor complejidad. Si los montos que el Estado paga por las prestaciones fueran insuficientes para que la empresa obtenga ganancias, es poco probable que los devotos catalanes sigan sosteniendo que se encargarán del problema.
De entrada nació mal. Con la excusa de que iban a edificar un cuarto piso sobre una estructura que encima estaba mal diseñada, retrasaron dos años la inauguración del Nuevo Hospital de Salta. La verdad es que no había presupuesto para pagar sueldos. Quince años después de la firma del convenio mediante el cual la Provincia accedió al financiamiento internacional para contar con un hospital de agudos, es decir con todas las especialidades médicas, parió una simple maternidad y la entregó a manos privadas. Por supuesto, desde el Gobierno le hicieron un bombo bárbaro para ocultarlo: “que era moderna y eficiente”, “tan pulcra y ordenada como una clínica de primera”. La realidad es que la privatización de la salud nació deforme y parece tener poco tiempo de vida.
Pero me estoy adelantando a una conclusión, por ahora, subjetiva. Esta historia comenzó a mediados de la década del ´80, durante los gobiernos de Raúl Alfonsín y Roberto Romero. Con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Argentina se construirían seis hospitales de agudos “llave en mano”, y uno sería para Salta. En el presupuesto estaban previstos desde los más modernos equipos médicos hasta los tachitos de basura de cada rincón.
En paralelo, el proceso privatizador de la salud iba ganando espacio en el país y en la provincia. Desde 1996, los directores de áreas operativas y de hospitales comenzaron a llamarse “gerentes”, los servicios generales (cocina, lavadero, mantenimiento) fueron tercerizados y pasaron a manos de empresas privadas; dos hospitales de la ciudad de Salta pasaron a funcionar como de autogestión y se implementó el arancelamiento. Este asunto alcanzó su expresión máxima con el gerenciemiento privado del Nuevo Hospital, que se inauguró en 2001, aunque con una gran diferencia: no se abrió como un policlínico, sino que reemplazó a la vieja maternidad.
Terminó siendo una prepaga
Por supuesto que la modificación permitió que fuese un buen negocio para la Unión Transitoria de Empresas, de origen español, encargada de administrar el presupuesto del Nuevo Hospital, que sólo prestaba asistencia a las embarazadas y a los recién nacidos. Perdón, me olvidaba: también se atendían, mediante turnos anticipados, los servicios de ginecología, oftalmología, citología y enfermería. Obviamente, si alguien tenía una urgencia oftalmológica, debía recurrir al San Bernardo. Para que no queden dudas, el presupuesto del supuesto hospital, que no era más que una simple maternidad administrada por una empresa, superaba los 60 millones pesos anuales, mientras que el San Bernardo apenas superaba los 40 millones.
Había transcurrido un año desde la inauguración y ya se oían los reclamos desde el Colegio Médico de Salta y desde la siempre saturada terapia intensiva del hospital San Bernardo, que derivaba pacientes al Nuevo Hospital y eran rechazados. Los gerentes argumentaban la negativa diciendo que sólo les competía atender la terapia intensiva materna, que era su especialidad de base. No se conocían antecedentes similares en otros hospitales, pero los salteños nos acostumbramos a que las cosas fueran así. Mientras tanto, se hablaba de que en 2002 se convertiría en un hospital materno infantil. Pero los años pasaban y la obra...bien gracias.
En 2007, los socios catalanes se pelearon por 500 mil pesos o dólares. Nadie supo de cuánta guita hablaban. Las acusaciones mutuas derivaron en una quita de la concesión y el llamado a una nueva licitación. La fundación, también catalana, Santa Tecla ganó el gerenciamiento. Hasta ese momento, el negocio seguía siendo rentable. Ahora, eso estaría por verse y les explico por qué.
La política de privatización de la salud apunta a transformar el sistema sanitario público en una especie de obra social prepaga. Como cualquier negocio, el de la salud también se rige bajo la ecuación costo-beneficio. Es decir que, mientras la atención pueda limitarse a ciertas prestaciones y no a la “demanda libre” como en cualquier hospital público, las cápitas que paga el Estado hacen que la empresa solvente gastos y se quede con una ganancia por realizar el trabajo de administrar la organización.
Pero el traspaso al sistema de gerenciamiento privado del Hospital de Niños, que se produjo hace algunos días, si bien ha logrado el efectivo cumplimiento de las horas de trabajo por parte de los médicos, trajo algunos problemas para la población. Por empezar, las administradoras del Nuevo Hospital estuvieron exentas del pago de impuestos desde siempre y nunca cumplieron con la ley de arancelamiento (20% para el Estado y 80% para mejoras y redistribución a los trabajadores).
Además, algunos servicios ya no revisten tal jerarquía. Por ejemplo, el servicio que atendía a los enfermos con mielomelingoceles y el que recuperaba a los chicos desnutridos, fueron eliminados. Por otra parte, el servicio de alergia sigue funcionando en el viejo Hospital Niño Jesús de Praga, porque en el nuevo edificio no hay espacio para su funcionamiento.
Menos costos, más beneficios ¿para quién…?
Con un presupuesto de 96 millones de pesos anuales, que la Provincia destinará al funcionamiento del flamante nosocomio, no sería rentable para Santa Tecla recibir todos los casos que consideren necesario derivar los profesionales que atienden en las salitas o en los hospitales del interior, con el riesgo de que los niños no reciban la debida atención. Las internaciones serán la variable de ajuste y se supone que seguirán funcionando a “cama caliente”, como sucedió hasta el momento con la maternidad.
Pero ya no es seguro que resulte un buen negocio. En maternidad se puede reducir el costo con las estrictas normas de Santa Tecla, ya que el 90 % de los casos son personas sanas y se asiste a un evento natural (el parto). Aplicando mínimas normas de atención, el resultado es un nuevo niño en Salta, aplausos y flores, y todos felices. Claro que el 10% restante suele ser muy dramático porque, cuando en maternidad y neonatología las cosas van mal, la consecuencia puede ser muerte materna, del niño o de ambos, o en algún caso incapacidad permanente del bebé.
Distinto es atender un Hospital de Pediatría donde el 100% de los casos sí son dramáticos y exigen grandes esfuerzos del personal y gastos materiales no pasibles de mucha restricción. Si se tratara sólo de hacer cumplir el horario a los profesionales (cosa que está bien, aclaremos), no habría problemas. Pero ha de verse cuando se rechace a un niño con una diarrea banal y caiga a las pocas horas con una sepsis grave.
Como se ve, este Hospital Materno Infantil nació mal parido, fue mal construido, se lo equipó dos veces por parte del Estado Provincial y ahora peligra su rentabilidad para la empresa que lo administra…Como dijo Martín Fierro: “...árbol que nace torcido / nunca su tronco endiereza…”
El hospital materno infantil con gerenciamiento privado tendrá un presupuesto fijo de 96 millones de pesos anuales. Siendo un hospital de agudos, no podrá negar asistencia a los pacientes graves derivados de otros centros sanitarios de menor complejidad. Si los montos que el Estado paga por las prestaciones fueran insuficientes para que la empresa obtenga ganancias, es poco probable que los devotos catalanes sigan sosteniendo que se encargarán del problema.
Eva Sibila
De entrada nació mal. Con la excusa de que iban a edificar un cuarto piso sobre una estructura que encima estaba mal diseñada, retrasaron dos años la inauguración del Nuevo Hospital de Salta. La verdad es que no había presupuesto para pagar sueldos. Quince años después de la firma del convenio mediante el cual la Provincia accedió al financiamiento internacional para contar con un hospital de agudos, es decir con todas las especialidades médicas, parió una simple maternidad y la entregó a manos privadas. Por supuesto, desde el Gobierno le hicieron un bombo bárbaro para ocultarlo: “que era moderna y eficiente”, “tan pulcra y ordenada como una clínica de primera”. La realidad es que la privatización de la salud nació deforme y parece tener poco tiempo de vida.
Pero me estoy adelantando a una conclusión, por ahora, subjetiva. Esta historia comenzó a mediados de la década del ´80, durante los gobiernos de Raúl Alfonsín y Roberto Romero. Con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Argentina se construirían seis hospitales de agudos “llave en mano”, y uno sería para Salta. En el presupuesto estaban previstos desde los más modernos equipos médicos hasta los tachitos de basura de cada rincón.
En paralelo, el proceso privatizador de la salud iba ganando espacio en el país y en la provincia. Desde 1996, los directores de áreas operativas y de hospitales comenzaron a llamarse “gerentes”, los servicios generales (cocina, lavadero, mantenimiento) fueron tercerizados y pasaron a manos de empresas privadas; dos hospitales de la ciudad de Salta pasaron a funcionar como de autogestión y se implementó el arancelamiento. Este asunto alcanzó su expresión máxima con el gerenciemiento privado del Nuevo Hospital, que se inauguró en 2001, aunque con una gran diferencia: no se abrió como un policlínico, sino que reemplazó a la vieja maternidad.
Terminó siendo una prepaga
Por supuesto que la modificación permitió que fuese un buen negocio para la Unión Transitoria de Empresas, de origen español, encargada de administrar el presupuesto del Nuevo Hospital, que sólo prestaba asistencia a las embarazadas y a los recién nacidos. Perdón, me olvidaba: también se atendían, mediante turnos anticipados, los servicios de ginecología, oftalmología, citología y enfermería. Obviamente, si alguien tenía una urgencia oftalmológica, debía recurrir al San Bernardo. Para que no queden dudas, el presupuesto del supuesto hospital, que no era más que una simple maternidad administrada por una empresa, superaba los 60 millones pesos anuales, mientras que el San Bernardo apenas superaba los 40 millones.
Había transcurrido un año desde la inauguración y ya se oían los reclamos desde el Colegio Médico de Salta y desde la siempre saturada terapia intensiva del hospital San Bernardo, que derivaba pacientes al Nuevo Hospital y eran rechazados. Los gerentes argumentaban la negativa diciendo que sólo les competía atender la terapia intensiva materna, que era su especialidad de base. No se conocían antecedentes similares en otros hospitales, pero los salteños nos acostumbramos a que las cosas fueran así. Mientras tanto, se hablaba de que en 2002 se convertiría en un hospital materno infantil. Pero los años pasaban y la obra...bien gracias.
En 2007, los socios catalanes se pelearon por 500 mil pesos o dólares. Nadie supo de cuánta guita hablaban. Las acusaciones mutuas derivaron en una quita de la concesión y el llamado a una nueva licitación. La fundación, también catalana, Santa Tecla ganó el gerenciamiento. Hasta ese momento, el negocio seguía siendo rentable. Ahora, eso estaría por verse y les explico por qué.
La política de privatización de la salud apunta a transformar el sistema sanitario público en una especie de obra social prepaga. Como cualquier negocio, el de la salud también se rige bajo la ecuación costo-beneficio. Es decir que, mientras la atención pueda limitarse a ciertas prestaciones y no a la “demanda libre” como en cualquier hospital público, las cápitas que paga el Estado hacen que la empresa solvente gastos y se quede con una ganancia por realizar el trabajo de administrar la organización.
Pero el traspaso al sistema de gerenciamiento privado del Hospital de Niños, que se produjo hace algunos días, si bien ha logrado el efectivo cumplimiento de las horas de trabajo por parte de los médicos, trajo algunos problemas para la población. Por empezar, las administradoras del Nuevo Hospital estuvieron exentas del pago de impuestos desde siempre y nunca cumplieron con la ley de arancelamiento (20% para el Estado y 80% para mejoras y redistribución a los trabajadores).
Además, algunos servicios ya no revisten tal jerarquía. Por ejemplo, el servicio que atendía a los enfermos con mielomelingoceles y el que recuperaba a los chicos desnutridos, fueron eliminados. Por otra parte, el servicio de alergia sigue funcionando en el viejo Hospital Niño Jesús de Praga, porque en el nuevo edificio no hay espacio para su funcionamiento.
Menos costos, más beneficios ¿para quién…?
Con un presupuesto de 96 millones de pesos anuales, que la Provincia destinará al funcionamiento del flamante nosocomio, no sería rentable para Santa Tecla recibir todos los casos que consideren necesario derivar los profesionales que atienden en las salitas o en los hospitales del interior, con el riesgo de que los niños no reciban la debida atención. Las internaciones serán la variable de ajuste y se supone que seguirán funcionando a “cama caliente”, como sucedió hasta el momento con la maternidad.
Pero ya no es seguro que resulte un buen negocio. En maternidad se puede reducir el costo con las estrictas normas de Santa Tecla, ya que el 90 % de los casos son personas sanas y se asiste a un evento natural (el parto). Aplicando mínimas normas de atención, el resultado es un nuevo niño en Salta, aplausos y flores, y todos felices. Claro que el 10% restante suele ser muy dramático porque, cuando en maternidad y neonatología las cosas van mal, la consecuencia puede ser muerte materna, del niño o de ambos, o en algún caso incapacidad permanente del bebé.
Distinto es atender un Hospital de Pediatría donde el 100% de los casos sí son dramáticos y exigen grandes esfuerzos del personal y gastos materiales no pasibles de mucha restricción. Si se tratara sólo de hacer cumplir el horario a los profesionales (cosa que está bien, aclaremos), no habría problemas. Pero ha de verse cuando se rechace a un niño con una diarrea banal y caiga a las pocas horas con una sepsis grave.
Como se ve, este Hospital Materno Infantil nació mal parido, fue mal construido, se lo equipó dos veces por parte del Estado Provincial y ahora peligra su rentabilidad para la empresa que lo administra…Como dijo Martín Fierro: “...árbol que nace torcido / nunca su tronco endiereza…”
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