lunes, 23 de noviembre de 2009

En busca de la vida perdida

Drogadependencia



En las Jornadas de Violencia que organizó el S.A.Vic. ( Servicio de Asistencia a la Víctima) en la Provincia, la Psicóloga Irma Lidia Silva expresó que los diarios y revistas que hablan sobre los temas más candentes de nuestra actualidad, tales como el maltrato infantil, la delincuencia juvenil y las drogas, no sólo estigmatizan a los jóvenes sino que también se les niega la posibilidad de escuchar su opinión sobre lo que les está ocurriendo, desaprovechando así una importante fuente de información que apunte al cuidado de su integridad física y moral.


Por M.C.

Seguramente José Lamas (nombre ficticio que preserva la identidad del entrevistado) se sorprenderá al leer esta nota, en la cual se verán reflejadas sus experiencias de vida, porque tal vez no pueda creer que pasó por el terrible infierno de las drogas. Probablemente le cueste reconocerse como esta persona que ha vuelto a la vida. Sabe, también, que su rehabilitación durará el resto de su vida, y que todos los días es un nuevo triunfo, un paso que lo aleja un poco más del sufrimiento que experimentó estos años. La oficina de su hermano, lo que según él lo hace sentirse a gusto, fue el lugar de encuentro. Cuando lo conocí, pude notar que era un joven de clase media alta, y resaltó que sus padres son separados, su mamá profesional, su padre comerciante y que tiene dos hermanos. José es el del medio. Repite a lo largo del diálogo su intención de ayudar a quienes tengan el mismo problema que lo golpeó duramente.
José comenzó a consumir alcohol a los 14 años, y me asegura que fue su puerta de entrada a las drogas, con las cuales tuvo su primer encuentro a los 16 años. Marihuana, cocaína, psicofármacos, LSD y pasta base, son las sustancias de las que se hizo dependiente. “Te sentís un Dios pero no enfrentas la realidad, uno busca escapar de sí mismo porque no te sentís útil ni lleno…La droga te muestra dos caras, una del enamoramiento, en donde te satisface la sustancia, pero la otra cara la droga te maneja, no podés dejar de consumir, no podés salir solo”, comenta. Su familia comenzó a sospechar de su comportamiento hostil y de su aislamiento, sus salidas y embriaguez habitual. Cuando por fin se enteraron de que José era adicto, significó un dolor muy grande, pero no dudaron en ayudarlo. José encuentra en “cuestiones sociales como la adolescencia y la marginalidad, y en factores personales tales como la falta de límites, de contención, la angustia y la depresión”, las causas de su ingreso en el mundo de las drogas. Las consecuencias fueron dolorosas: perdió sus afectos, su libertad, la conciencia, la razón, los valores, el vínculo familiar, la confianza, el amor, el respeto hacia padres y hermanos. Perdió, en definitiva, su vida saludable y tranquila, en la cual trabajaba, hacía deportes, tenía metas, sueños y objetivos.


Los años duros
Ya inmerso en el torbellino de las drogas, pasó lo peores momentos de su vida. “Terminé viviendo en la calle, durmiendo en plazas, mendigando, muy tristemente. Lo más duro de las drogas es que te quita los sueños, los proyectos, te quita todo….te quita los afectos….Uno con la droga no sólo se destruye uno mismo, sino también a todo el ámbito familiar, es por eso que se denomina a la familia como co-adicta. La droga es un problema de todos, un problema social. Hay muchas personas que creen que un adicto sólo surge de la marginalidad económica, pero la droga está en todos los ámbitos sociales, desde los más ricos hasta los más pobres”
José no espera a que le pregunte, y me brinda su opinión sobre la relación entre las drogas y la delincuencia. Sabe que hay muchas personas que identifican a la delincuencia con las drogas (según el Mapa de la Discriminación del INADI, el 62% de las personas encuestadas en Salta piensa que la mayoría de los drogadictos son delincuentes; el 61% está total o parcialmente convencido de que la mayoría de los delincuentes no tiene recuperación), pero expresa que si bien es una realidad que hay delincuentes que se drogan, y que son los más difíciles de tratar desde el punto de vista terapéutico, también hay adictos que no delinquen: “Yo no delinquía, yo vengo de una familia en la cual me enseñaron valores desde chico”. José, a diferencia de otros, tenía medios para sustentar su adicción, por lo que le pregunto si hubiese delinquido si habría carecido de ellos: “Y, sinceramente no lo sé. En un momento dado, yo viví en la calle y conocí gente delincuente que me ofreció ir a delinquir… Yo realmente prefería pedir, nunca se me ocurrió delinquir porque yo sé cuál es el camino: la cárcel.”


El largo camino de la recuperación
La opinión de José coincide con la de un sinnúmero de argentinos, que piensan que “muchos políticos hacen oídos sordos a madres desesperadas que piden por la rehabilitación de un hijo, la cual debe llevarse a cabo en un centro de rehabilitación. Sin embargo, es absolutamente necesario que el adicto tenga ganas de salir de esto, no que vaya por fuerza de la Justicia o empujado por los padres, sino por una decisión propia de querer cambiar el estilo de vida, empezar a vivir una vida diferente con límites, con sueños, con ganas de estar de la vereda del frente. En algunos casos extremos, lamentablemente no queda otra salida que judicializar la situación, y a través de un juez iniciar un tratamiento más allá de que el adicto no lo desee.”
El relato muestra lo extenso y dificultoso del camino hacia la recuperación. Cuenta que pasó por muchas instancias, que espera que su experiencia les sirva a las personas “para que no tengan que estar dando vueltas, sino atacar el problema lo más rápidamente posible”. Comenzó yendo a psicólogos, pasó por alcohólicos anónimos, por narcóticos anónimos, realizó tratamientos ambulatorios y estuvo en un neuro-psiquiátrico. Sin embargo, piensa que “el mejor tratamiento para un adicto es la comunidad terapéutica.” Aclara que “la familia no debe depositar al adicto, ya que precisamente la familia juega un rol imprescindible en la recuperación, durante el tratamiento y después del mismo, por ello es importante que se mantenga el contacto a través de visitas y llamados telefónicos. Las comunidades se tienen que basar en un modelo de estructuras firmes, el adicto tiene que empezar a saber lo que es un “no”, ya que la base del éxito para salir de las drogas son los límites. El adicto necesita un aislamiento de todo el entorno que lo rodea, éste es el primer trabajo que se hace. Mediante grupos de autoayuda formados con otros compañeros/internos se produce una ayuda mutua para poder vencer sus problemas, sus angustias, sus dolores. En la gran mayoría de las comunidades se trabaja con ex adictos rehabilitados, que actúan como operadores terapéuticos. Su papel es de gran relevancia, ya que son personas que vivieron las mismas experiencias que vivió uno. También es vital el trabajo con psicólogos y demás profesionales especializados. Luego comienza la reconstrucción de la estructura personal, que en virtud de la drogadependencia se ha visto aniquilada. Los adictos han perdido sus responsabilidades, horarios, higiene, por lo que hay que empezar nuevamente a formar a la persona, al hombre. A través de la comunidad terapéutica uno empieza a madurar todos estos aspectos y a sentirse diferente, útil, una persona con una vida por hacer.”
José ahora es otro y no duda en exteriorizarlo: “Estar internado no es lindo, pero da sus frutos. Yo lo puedo recomendar a la gente que se sienta mal, que no quiera seguir viviendo una vida de fantasías, de mentiras, de soledad y de dolor. Ahora me siento libre; me costó mucho pero tuve la decisión firme de recuperar mi vida y lo conseguí.”

Comunidades Terapéuticas

José describe las características de las Comunidades Terapéuticas en las que estuvo internado, expresando su opinión sobre cada una de ellas. Estuvo internado en las tres instituciones que mencionamos a continuación. Hace doce meses ingresó al Programa San Andrés, concluyendo la primera etapa del mismo. Ahora se encuentra en la segunda, de reinserción social. Para mayor información y contactos: http://www.manantiales.org.uy/home.php; http://www.betania.org.ar/; http://www.programaandrescba.org.ar/


“Manantiales”
Es una fundación sin fines de lucro de origen argentino ubicada en Buenos Aires. Tiene una sede en el Uruguay, en la localidad de Toledo, cercana a Montevideo, en la cual estuvo internado José durante cinco meses. Tiene capacidad para 60 personas, de diferentes edades y clases sociales. También ingresan personas de diferentes países. Es una comunidad con estructuras firmes, reconocida mundialmente por trabajar muy bien la parte emocional. Posee un alto porcentaje de adictos rehabilitados (alrededor del 30%). Para destacar un aspecto negativo se puede mencionar la escasa cantidad de profesionales para todas las personas que conforman la comunidad.


“Betania”
Ubicada en Cerrillos, Salta, cuenta con una gran estructura edilicia: cancha de futbol, vóley, pileta. La estructura de la comunidad no es fuerte según José. Hay mucha libertad para los pacientes. Trabajan de una manera diferente a Manantiales. “En un muy corto lapso, el adicto ya puede salir a la calle a enfrentar situaciones, y creo que ahí se equivocan. Al adicto hay que decirle que ‘no’, es una manera de ayudarlo. Dejar salir al paciente en tan poco tiempo genera que no tenga límites, que no sepa cómo actuar frente a distintas situaciones que se le van presentando”, sostiene José.


“Programa Andrés”
Es uno de los mejores programas para rehabilitación de adicciones del país. Ubicado en Córdoba Capital, tiene una capacidad para 27 internos. Posee una estructura muy firme en la cual se trabaja mucho con los diferentes grupos terapéuticos: de autoayuda, de convivencia, etc. Basado en un método creado por su fundador, Carlos Novelli, y pionero en las comunidades terapéuticas de la argentina, se centra en la historia del individuo. El proceso del programa se inicia con una entrevista, en la cual se busca averiguar el grado de compromiso de la persona que intenta ingresar. Se realiza también una serie de actividades recreativas: fútbol, natación, etc.


Los costos
La Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR) otorga becas para quienes necesiten realizar tratamientos de rehabilitación. José tuvo una experiencia amarga con la beca que consiguió: “La beca te la otorgan una sola vez en la vida, pero yo fui tan irresponsable que la perdí… Si uno consigue una beca hay que aprovecharla. La beca tiene una duración de doce meses, o sea que con la beca se puede terminar el tratamiento”. Actualmente hay 800 jóvenes becados en todo el país. En el caso de los menores de edad, la SEDRONAR no entrega becas.
Los costos de los tratamientos son bastantes elevados. Van de $1.800 a $3.200 mensuales. Otro tipo de comunidades que trabajan con mayores comodidades, incluyendo terapias alternativas, por caso, equinoterapia, pueden llegar a costar $7.000 por mes. El caso de José, que se repite constantemente en otros jóvenes, incluye otros gastos: psicólogos y psiquiatras, quienes cobran un plus de $30 a $60 en el caso de que el paciente tenga obra social. En el caso de pacientes particulares, el costo de la sesión oscila entre los $150 y $300. Las Comunidades Terapéuticas no incluyen los gastos en elementos de uso personal de los internos, como ser higiene, vestimenta, calzado, ropa de cama, toallas, etc. Deben incluirse los gastos en viajes, estadía y llamados telefónicos que representan la contención de la familia.
La cuota mensual de la internación de José en la Comunidad del Programa Andrés fue de $2.500 ($30.000 por año), una suma inalcanzable para la mayoría de los argentinos. Lamentablemente, los trabajadores de la SEDRONAR se encuentran en conflicto y movilización por la posible desaparición del organismo, lo cual llevaría a que se pierdan no sólo 400 puestos de trabajo, sino también la otorgación de las becas.




Renuncia de Farquharson
José está al tanto de la renuncia del secretario de Lucha contra las Adicciones, Gustavo Farqhuarson. Considera que “los gobiernos provinciales y nacionales siempre han marginado el área de adicciones. La Argentina no tiene una capacidad operativa para enfrentar a la drogadicción. No se proveen los recursos necesarios, tanto humanos como económicos. Es imprescindible la creación de más centros y comunidades terapéuticas, ya que lamentablemente la drogadicción ha crecido de un modo impresionante en estos años, siendo la Provincia de Salta una de las más afectadas. La renuncia me parece correcta, porque para trabajar de una buena manera hacen falta recursos. Desde ya me parece errada la opinión de la nueva encargada del área, Lic. Roman Ru, en cuanto a que buscarán internaciones breves. Está demostrado en todo el mundo que la tasa de éxito en rehabilitación de adictos sólo se incrementa en el caso de internaciones prolongadas.”.

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