martes, 1 de diciembre de 2009

Violencia ¿familiar?

Género

El pasado miércoles 25 se conmemoró el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, jornada de lucha del colectivo feminista, que desde hace tiempo busca modificar la violencia de género que padecen las mujeres.

Por María Laura Postiglione – Abogada


En primer lugar, algunas cifras. En nuestra provincia, en el segundo semestre de 2006, se registraron 3.500 denuncias. En el primer semestre de 2007, hubo 8.017 episodios de violencia familiar que fueron puestos en conocimiento de la Justicia. En la segunda mitad del mismo año, se hicieron 9.516 presentaciones en igual sentido, mientras que en los primeros seis meses de 2008 las denuncias ascendieron a 11.392. Según estos datos, desde el primer semestre de 2007, y ya con la vigencia de la Ley 7.403 (la cual protege a las víctimas de la violencia familiar), hubo un incremento de un 13,93% de episodios registrados, mientras que en el siguiente período el aumento fue del 4,62%, y en 2008 la suba en porcentaje fue del 5,79% (fuente: La Otra Voz Digital).
En el ámbito de organizaciones de la sociedad civil, se atiende aproximadamente cien casos por mes, de los cuales sólo un 50% llegan a judicializarse (Oct 2009. Fuente: La Otra Voz Digital). En cuanto a los feminicidios, en Argentina hay uno cada 36 horas. Cada día y medio, una mujer es asesinada en la Argentina, a manos de un conocido directo de la víctima. En 93 de cada 100 casos, el crimen lo cometió la pareja o ex pareja, mientras el 46% de las mujeres asesinadas tenía entre 15 y 34 años. (Fuente: Institutos de Estudios Jurídicos de la Mujer, en Página/12, 23-11-09).
Los datos son alarmantes, y son de gran utilidad para dimensionar prima facie el fenómeno. Sin embargo, cabe hacer algunas precisiones de carácter conceptual. Salvo excepciones de comunicadores/as o funcionarios/as con perspectiva de género, se ha vuelto un lugar común equiparar la violencia hacia las mujeres con la violencia familiar. Se trata de un error, en tanto hablar de violencia hacia las mujeres, o violencia de género, supone “toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se considera violencia indirecta, a los efectos de la presente ley, toda conducta, acción u omisión, disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con respecto al varón” (art 4 Ley 26.485). Esto es importante precisarlo, ya que hablar de violencia familiar, intrafamiliar o doméstica implica invisibilizar que más del 80% de los casos de esta violencia en el ámbito familiar es contra mujeres o niñas y que hay un universo de otras situaciones de violencia que se dan fuera del hogar.
La provincial es una ley loable que surgió de una larga lucha de muchas mujeres de nuestra comunidad. Pero la Ley nacional Nº 26.485 amplía el concepto de violencia a aquellas acciones que no solamente se dan en el ámbito familiar, sino en otros espacios, como el laboral, el institucional, etc. Quiere decir esto que los datos que se enumeraron al inicio del informe constituyen la punta del iceberg de casos de violencia hacia las mujeres en el ámbito familiar denunciados en la justicia, en primer lugar, y los atendidos en centros asistenciales de carácter privado, en segundo. Quedan fuera de esa enumeración una infinidad de situaciones que son violentas hacia las mujeres.
Resulta imprescindible poner palabras a aquello que queremos ver. Hay violencia simbólica hacia las mujeres cuando un empresario del transporte dice que sería ridículo que una mujer maneje un colectivo (Diario El Tribuno, 23-11-09). Hay violencia obstétrica contra las mujeres cuando a ellas se les realizan prácticas rutinarias innecesarias en el momento de su parto. Hay violencia mediática cuando una revista para hombres promueve la realización de un test a fin de verificar la agresividad de un hombre respecto de su compañera (“Test Tyson” en Revista Hombres). La violencia contra las mujeres en el ámbito familiar, entonces, es sólo una modalidad. Pensar en una sociedad más equitativa con disminución de casos de violencia no sería posible si no empezamos a visibilizar primero, y erradicar luego, la proliferación de estereotipos sexistas que atentan contra la dignidad de las mujeres, que perpetúan la subordinación que el patriarcado establece, y que son el basamento psico-socio-cultural de la violencia de género

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