La semana pasada entre ochenta y cien vecinos del barrio La Paz interrumpieron el tránsito, por espacio de cuatro horas, en la Avenida Tavella. Los habitantes de esa barriada no tienen agua, y pedían que alguien les dé una solución (o mejor: que el Estado les dé una solución). Lo hicieron acompañados de jóvenes estudiantes de las dos universidades que funcionan en la provincia, quienes dan clases de apoyo y alfabetizan adultos en el lugar.
El barrio La Paz nació en el año 2007. Fue la última “creación” de la ex Dirección de Familia Propietaria -hoy Secretaría de Tierra y Hábitat-, conducida por el finado Héctor Benito Alexandrowicz, para que habiten los desalojados vecinos del asentamiento San Expedito de la zona Norte de la ciudad, y cuyo desalojo -vía represión- en vísperas de la campaña electoral a gobernador implicó un importante costo político al candidato oficialista de entonces, Walter Wayar.
El barrio cuenta con 36 manzanas, y lo habitan unas 700 familias aproximadamente. Una mirada más minuciosa del escenario muestra que el asentamiento está constituido por tres barrios: el barrio La Paz “viejo”, de 21 manzanas, formado en 2007, y los formados durante los primeros días de gestión del actual Gobernador: Ampliación La Paz, y el Asentamiento Julio Mera Figueroa, “nombre de lucha, para que no nos saquen”, declaran los vecinos del lugar en referencia a que la denominación recuerda al tío y mentor político de J.M. Urtubey.
Picado fino
Los vecinos que participaron de la protesta habitan las seis manzanas que conforman la Ampliación La Paz (de la manzana 22 a la 27). A diferencia de otros sectores del barrio que cuentan con la conexión de agua dentro de los terrenos (las primeras nueve manzanas de La Paz “viejo”), o con grifos públicos en cada esquina, el resto del barrio La Paz viejo (manzanas del 10 a 21) y del Asentamiento Mera Figueroa (manzanas 28 a 36), los vecinos que habitan entre las manzanas 22 y 27 no cuentan ni siquiera con esos precarios servicios, y para procurarse el líquido elemento deben levantarse todos los días a las 4 de la mañana para garantizarse presión y así poder llenar los seis bidones de 20 litros que aproximadamente utilizan por día.
Es la historia de Melinda (27 años, 4 hijos, el mayor de 11 y el menor de 3 años, embarazada), y de muchas mujeres más, quienes necesitan el agua todos los días para cocinar, lavar los platos, la ropa, higienizarse ella, su marido y sus hijos. ¿Cómo la consiguen? “Acarreando”, responden las mujeres. Si quieren sacar el agua del lugar más cercano a sus casas, se tienen que despertar entre las 4 y 5 de la madrugada, por cuanto después de ese tiempo la presión baja y deben trasladarse a los grifos instalados en el barrio Libertad. Ante semejante realidad, y ante la invisibilidad de estos problemas tanto para los funcionarios como para el Estado mismo, el corte, repudiado por muchos, termina convirtiéndose en una de las únicas herramientas de lucha para ese sector de la población.
Como respuesta al corte, se hizo presente el subsecretario de Financiamiento, Roberto Dib Ashur, quien, ante los vecinos y en medio de gomas quemadas, explicaba lo mismo que salió en algunos medios de prensa: que “se prevé licitar obras para esas barriadas en enero próximo”. “Comenzaremos, en la primera etapa, por La Paz, donde estimamos que se hará una inversión de siete millones de pesos” (diario El Tribuno 01/12/09). Lo que el funcionario dijo, en parte, es una buena noticia y una respuesta (parcial) al reclamo de los vecinos, que piden principalmente las obras de conexión de agua y luz, además de cloacas y enripiado de calles; pero para los vecinos esto tiene un sabor agridulce, porque la experiencia les marca que los tiempos del Estado no son los tiempos de ellos, y que operan con una lógica distinta. Si uno charla con Dib Ashur, está de acuerdo con la propuesta del Gobierno (suponiendo que lo dicho sea verdad), pero si uno conversa con los vecinos, se da cuenta de la desazón que les genera. ¿Por qué? Porque saben que, entre la licitación, la adjudicación, el comienzo y finalización de las obras, puede llevar más de un año la espera. Otro año viviendo igual; otro año de seguir levantándose todos los días a la madrugada, limitándose con el uso del agua, pero no para jugar o regar las plantas, sino para cocinar, tomar, lavar, o higienizarse.
Tal vez ello explique el fenómeno presenciado el día del corte: son las mujeres las más decididas impulsoras de los cortes de ruta y las más resueltas a no levantar los mismos. Son las que quieren una solución ¡ya! (Imagínense por un momento la diferencia entre ser ama de casa en La Paz y serlo en mi barrio: Ciudad del Milagro).
La Solidaridad en acción
Desde abril de este año, todos los sábados y domingos, cerca de veinte jóvenes de entre 18 y 24 años, en su mayoría estudiantes de Trabajo Social y Derecho de la Universidad Católica, y estudiantes terciarios, dedican muchas horas para compartir con los niños de la Ampliación La Paz, a través de clases de apoyo y juegos sobre los derechos del niño, como así también alfabetizando adultos los domingos a la tarde. Se trata de los chicos de la Agrupación Juvenil “Seamos Libres”. Los interesados en contactarlos para sumarse a la campaña pueden dirigirse a hiarjona@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario