miércoles, 16 de diciembre de 2009

Docentes votando, ¿también están educando?

Elecciones en la ADP, ganó otra vez Virgilio Choque

Pasaron una vez más las elecciones en la Asociación Docente Provincial, la ADP, y por cuarta vez ganó y fue reelecto el ya inamovible secretario general Virgilio Choque. Mientras se escrutan los últimos votos, aquellos que llegan por vía postal y que corresponden a las escuelas del interior, el candidato por la Lista Naranja, Víctor Gamboa, comenzó a lanzar el proyecto de fundar un gremio paralelo a la ADP, resignado ya a no poder reconquistarla.



Por Daniel Escotorin




A diferencia de otras elecciones, esta vez las acusaciones por fraude quedaron matizadas por los cruces entre las listas opositoras, la de Gamboa y la lista del Partido Obrero (PO), que llevaba a Ángel Tolaba como candidato. Nuevamente, unos y otros se acusan de haber dividido a la oposición y, así, permitido el triunfo de Choque.
Como primera cuestión, es indudable que Choque ha perfeccionado las técnicas de fraude. Las mañas, los artilugios, todo lo que le permita retener su poder gremial se renuevan día a día, es cada vez más grosero su proceder, pero es a la vez directamente proporcional con la eficiencia de sus resultados. La oposición, los militantes, dirigentes, candidatos, quedan siempre descolocados frente a cada paso de Choque. Vale esta aclaración porque, en realidad, el sentido de esta nota es correr la mirada de este escenario y posarla sobre una más compleja, más polémica y de fondo. ¿Es el fraude la única causa por la que gana Virgilio Choque? ¿No hay alguna responsabilidad directa de los docentes? Cuando se apunta a la consabida “burocracia sindical”, se lo hace con elementos contundentes en mano: proscripción de listas o candidatos, ejercicio de diversos tipos de violencia, acción directa para evitar la participación, urnas violentadas o escrutinios sin control. La mayoría de las veces es una combinación de todos estos elementos, pero a no confundir: que la elección se realice un día domingo no es impedimento para votar, que los padrones estaban arreglados pero también hubo voluntad de votar y se lo hizo. Y Choque logró ganar por apenas cien votos más o menos; si le agregamos votos fraudulentos, podríamos concluir que se pudo haber ganado por una pequeña diferencia, pero un buen porcentaje votó por la lista oficialista.
Resulta en cierto punto una tremenda paradoja que el espacio de la asamblea provincial docente que supo convocar a miles de docentes de toda Salta, no haya podido capitalizar toda esa masa en una organización permanente. ¿Causas? Varias. Divergencias en los sectores que confluyen allí, internas dirigenciales, diferencias políticas (sí, políticas), una práctica que osciló entre un gremialismo salarial y un discurso apenas politizado, entre la reivindicación del horizontalismo asambleario y la mirada de reojo a la estructura sindical de la ADP. Primera conclusión: desde la dirigencia, el discurso elaborado, entendido éste como la síntesis de las acciones y las palabras construidas, fue confuso e impreciso, además de la falta de acuerdos que se reflejaban en acusaciones mutuas. Si bien la imagen y el liderazgo de Gamboa quedaron cristalizados en esta elección, no alcanzó para hegemonizar al conjunto de la asamblea y la oposición a Choque.

Las bases

Pero no se trata de poner todas las responsabilidades en la dirigencia. Queda un tercer factor: el de los propios docentes, su mentalidad, su conformación cultural e ideológica. Tomemos como punta de análisis de este factor lo enunciado más arriba: ¿Qué sucedió con esa enorme masa movilizada en los paros del 2005, 2006, 2007? ¿Cómo se manifestó esa voluntad de cambio expresada en esas jornadas de lucha? ¿Hubo tal voluntad?. En cierto sentido, puede responderse que sí, que la lucha de aquellos años tenía dos destinatarios: el gobierno de Juan Carlos Romero y su intransigencia autoritaria, a la que se logró doblegar; y por otro lado el propio Choque. Pero aquí se falló y entonces, si miramos un poco más allá de la primera línea de información y datos, podemos ver que hubo una lectura incorrecta de esa confrontación con el romerismo. En primer lugar, porque así como se lo doblegó en términos de concesiones, aunque no hayan sido muchas, corrió la cortina para exhibir el desgaste social de ese gobierno, y aquí es donde los espejos devolvieron reflejos engañosos: la asamblea, entendida como el conjunto de participantes y no sólo la militancia, más esa mayoría partícipe de los paros, marchas y otras acciones, no tenía como objetivo conciente el desgastar al gobierno, y entonces se tomó como propio un hecho político, la derrota del romerismo, a la que contribuyó pero nunca se lo propuso.
Entonces, desde allí se engarza con la realidad que, tras los paros y más allá del desgaste mental y físico que supone sostener movilizaciones de varias semanas, permite explicar el retraimiento del conjunto docente por la sencilla razón de que sus objetivos nunca fueron más lejos que de la reivindicación estrictamente salarial. La propuesta válida de recuperar la ADP se convirtió en una utopía propia de un buen número de militantes y aledaños, pero no de la mayoría de las maestras y maestros provinciales. ¿Cuántos de ellos renunciaron a la ADP en repudio a la traición de Virgilio Choque? ¿Cuántos continuaron usufructuando los beneficios, legítimos por otra parte, que brinda el sindicato? He aquí la gran contradicción, o al menos la limitación de un grupo social que no logra establecer una base material sólida que les permita plantearse nuevas tareas políticas para su universo más global, más general.
Hablando de política, y por eso remarcaba ese término anteriormente, cuántas veces no se escuchó en las asambleas, en las marchas, en las reuniones en escuelas la frase “Esto (por el paro) no es político”, “Nosotros no hacemos política”, etc. Esa negación es la primera evidencia de una reivindicación cortoplacista, estrictamente gremial. Cuando los docentes cantaban a coro en esas marchas multitudinarias “Docentes luchando, también están educando”, parecía expresarse un salto en la conciencia y en la voluntad que sólo se logra con la acción concreta, es decir en la lucha. Habrá que revisar este viejo postulado porque, efectivamente, no hubo tal avance y en esto es válido poner algunos ejemplos sobre la mentalidad o la conformación ideológica del pensar docente: en esos días, se dio el recordado caso del alumno del colegio Arturo Illia que, por un gesto de rebeldía, pero también por ser sindicado como “cabecilla” de algunas movidas gremiales estudiantiles, fue expulsado del colegio y motivó el respaldo pleno de los docentes a las autoridades por la decisión adoptada. El otro ejemplo, más general pero contundente, fue la escasa (o debemos decir nula) movilización detrás de la discusión por la Ley Provincial de Educación.
Es verdad que, a la deficiente situación salarial, se debe sumar una realidad demasiado dura en cuanto a condiciones laborales de la docencia salteña, que empuja a muchos de ellos a estar más preocupados por esa cotidianeidad del día a día, pero justamente desde ese contacto con esa realidad los pone en un estadio por arriba de otros sectores sociales, laborales o culturales, que no siempre tienen el espacio o la capacidad de observar y analizar.
Como conclusión, el fracaso en la recuperación de la ADP va más allá del fraude oficialista o de la eterna división de la oposición. En todo caso, la decisión del sector de la Lista Naranja (Gamboa) de constituir un nuevo gremio docente es saludable si éste sirve para canalizar no sólo las reivindicaciones gremiales, salariales, sino también para contener la necesaria obligación de continuar la formación ciudadana y política de los docentes por otros medios.

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