lunes, 21 de diciembre de 2009

Problema de nadie

SIDA EN SALTA

Sin el apoyo necesario de los sucesivos gobiernos y de los funcionarios de la cartera de Salud, al Programa de ETS-Sida de la provincia se le hace difícil luchar contra el abandono de los medicamentos por parte de los pacientes con VIH, cosa que provoca una creciente resistencia del virus a la medicina existente.

Por Julieta Lucero

La accesibilidad de la población a los métodos de prevención es otro punto clave en el trabajo que hace al área que dirige la Dra. Cristina Pérez. Gracias al programa de Nación y a las distintas organizaciones civiles salteñas que colaboran, el “trabajo de hormiga” que se realiza en este punto es efectivo, pero aún insuficiente.
La fuerte presencia de la Iglesia católica en la vida civil de los salteños es otro factor a tener en cuenta, ya que influye no sólo en las políticas públicas que lleva adelante el Estado local, sino también en las que no implementa. Así como hace algunos años ya que es obligatoria la educación religiosa en las escuelas, la reglamentación local para la Ley nacional de Salud Sexual y Reproductiva sigue cajoneada. A este panorama se le suma que en hospitales públicos y centros de salud se entregan preservativos con receta médica.
Más allá del día a día de un programa que, con falta de recursos y personal, vela por la salud de miles de pacientes, como afirmó Pérez, el virus y la enfermedad “pasaron de ser un problema de todos, a ser un problema de nadie”.

Deudas pendientes

El gran problema que aqueja a ETS-Sida tiene que ver con la adherencia a los tratamientos retrovirales. “La mayoría que se inicia no está preparado psicológicamente para consumir medicamentos de por vida. Hay mucho abandono, lo que genera una mayor resistencia del VIH a la medicina”, explicó la doctora. Esas personas que dejan el tratamiento, entonces, pueden después transmitir un virus más fuerte, más difícil de combatir en el próximo paciente.
En la misma línea, otro tema en el que trabajar es en los controles periódicos de laboratorio. “El 30 por ciento de las autorizaciones que se piden para estudios no se llevan a cabo. Dicen que se olvidan, que se les pasó, pero las órdenes son válidas por cuatro meses”, afirmó Pérez, y agregó que “el problema de continuidad tiene que ser solucionado en al ámbito del hospital, donde están en contacto con los pacientes, donde les entregan los medicamentos, donde pueden hablar con ellos”.
En cuanto a la accesibilidad, la Directora explicó que “los centros vecinales funcionan mejor que los hospitales o centros de salud”. La cercanía del los mismos vecinos hace que la entrega sea menos traumática. “Los centros tienden a ser rechazadores, porque atienden mal o no tienen horarios convenientes para que las personas efectivamente se acerquen. Por eso el trabajo con las ONGs es tan importante”, afirmó. La Asociación de Meretrices Argentinas (AMAR), la Asociación de Travestis y Transexuales de la Argentina (ATTA), la Redar y el resto de las organizaciones GLBT son algunas de las cuales permiten llegar a lugares y sectores de la población a los que de otro modo no sería posible.

Otro escollo es el modo en que se entregan preservativos. “El programa de salud reproductiva los reparte con receta, como si fueran medicamentos, cuando en realidad no lo son”, denunció Pérez. “Creo que lo del sistema de registro tiene que ver con una pequeña falla de interpretación del instructivo. Piden nombre, apellido, dirección, procedencia, porque tienen que llevar un registro de la cantidad de personas que los requieren”, afirmó.
Según la ginecóloga Mónica Helsi, que trabaja en esa área, “se hace porque aquellos preservativos que provienen del Programa Materno Infantil deben ser rendidos y además sirven para saber qué cantidad hay que volver a pedir”. Así, por temas burocráticos, si una persona se acerca a pedirlos tiene que pedir turno, ser atendido por un médico y retirarlos por la ventanilla de farmacia contra receta, como si fuera un medicamento que entra en la obra social.
Para poder luchar contra eso, desde el Programa de ETS-Sida se hizo lo que Cristina denominó “trabajo de hormiga”. Gracias a la colaboración de jóvenes miembros de las distintas ONGs mencionadas, pudieron obtener información de algunos centros que tienen este tipo de prácticas. Y para contrarrestar esas medidas se hicieron reuniones con representantes de instituciones locales y provinciales en las que se informó que la entrega de preservativos que dan ellos es gratuita y anónima, y se entregaron dispensers para colocar en 15 centros y evitar que la gente deje de pedirlos por temor o vergüenza.

“Sí hemos recibido denuncias, que algunos terminan vendiendo los condones que se les entrega para repartir de forma gratuita en la comunidad. Pasó en Orán, pero ese tipo de cosas se combaten inundando el mercado, así nadie tiene la necesidad de comprar nada”, afirmó Pérez.
Pero el problema de la accesibilidad no pasa sólo por ese tema. El miedo y el desconocimiento también son barreras contra las que hay que luchar cuando se trata de los test rápidos de VIH. “El año pasado le pedí a mi jefe que me aprobara un proyecto para hacer una reunión en un bar donde asisten muchas personas en riesgo, para poder acercar el test gratuito a donde está la gente, hacerlo visible. Pero se negó. La movida se hizo igual y funcionó, aunque sin los recursos que necesitábamos para eso”, contó la Directora.

En el aula

“Las escuelas son bichos raros. Hace ocho años que se está trabajando, pero es como que no va, no es tan efectivo”, afirmó Cristina Pérez. Previo al 1° de diciembre, día Internacional de la Lucha contra el Sida, la oficina se inunda de llamados y visitas de chicos requiriendo información para hacer monografías que le piden las maestras. “Solicitan números, estadísticas, valores de mediciones, que está bien, pero en realidad la problemática tiene que ver con los comportamientos, con la responsabilidad de cada uno, no con las cifras y eso no se pone. Si llegan al número de páginas, hacen la portada y el índice como le piden y ya está, aprobaron la materia”, contó con desilusión la Doctora.
En relación a la educación sexual en los colegios, explicó que “cuando se habla de este tema piensan que se les va a enseñar a los chicos cómo tener relaciones. Pero lo que se les explica tiene que ver con higiene, con conocer su cuerpo, tiene que ver con poder valorarse por lo que son, no por lo que tienen. La idea es crear autoestima”. Y fue más allá: “Pero qué podemos pretender si tenemos la reglamentación de la ley de educación sexual hace tres o cuatro años cajoneada. Se hizo en una mesa de trabajo de la que participaron profesionales de distintas disciplinas y nunca la aprobaron. Hoy no tengo fe de que alguna vez salga”.



Solos



Además de hacer oídos sordos frente al pedido de recursos humanos, entre otros, el Gobierno tampoco ha respondido al cambio de la base informática, que “es muy vieja”, denunció la Doctora. Cuando se le consultó si veía que en algún momento las cosas podrían cambiar, contestó con resignación: “Así están planteadas las cosas desde el Gobierno”.
Así, la falta de refuerzo de algunas políticas públicas y la creación de otras en consonancia con las necesidades de la población es una constante, ya sea por problemas de presupuesto, de desinterés o por presiones eclesiásticas.
Si bien existen 59 laboratorios donde hay reactivos para los análisis disponibles en toda la provincia, no alcanza. “La problemática está íntimamente relacionada con los individuos, es algo que se aprende. Por eso tiene que ser una tarea conjunta en varios niveles”, dijo Pérez.
Pese a las barreras que desde el mismo Estado se le interponen una y otra vez, Cristina rescata otras cosas: “Trabajar en conjunto con las organizaciones es productivo, tienen mucha llegada, y a la gente se le ocurren ideas hermosas”. El trabajo de hormiga sigue, ¿y el de la cartera de Salud?

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