martes, 27 de mayo de 2008

Palabras de Gonzalo Barciela ISEPCI-Buenos Aires


Voy a retomar un poco lo que dijo Daniel y voy a ser breve, así le dejamos la palabra a la señora Rectora. Básicamente, recuperar la pregunta sobre qué es un intelectual. Roberto Carri, fundador de las Cátedras Nacionales, junto con otros compañeros en la Universidad de Buenos Aires, decía, en el año 1968, que la única manera de no caer en el formalismo teórico es poner en el primer plano la acción política. El vínculo entre política y saber tiene que ser revisitado, tiene que ser sujeto y sometido a crítica, porque muchas veces el conocimiento es confundido no sólo como una guía, sino como el criterio de verdad y de rectitud de la acción. Y muchas veces, también, para eso que muchos compañeros llaman el “escepticismo ilustrado”. Y esto tiene que ver con los vínculos entre lo que decía recién Daniel del movimiento de la reforma universitaria y los alcances histórico-políticos de este acontecimiento. Porque de la reforma universitaria no surgieron tan sólo académicos de renombre, grandes teóricos, sino también líderes políticos que entendían que el nervio histórico de una situación pasa por el sujeto que transita esa secuencia histórico-social. Por ejemplo, Raúl Haya de la Torre fue protagonista de la reforma en Perú y fundador del APRA. El aprismo, con su vocación antiimperialista marcó durante mucho tiempo la historia del Perú. Mariátegui, José Carlos Mariátegui, renovó, y de alguna manera lo podemos considerar el primer pensador marxista de una gran originalidad que rompió ese “marxismo perezoso”, como decía Sartre, que sólo entendía que era un método que debía aplicarse con su validez para todo tiempo y lugar. Mariátegui impugnó decididamente esa idea de un método aséptico y entendió que el marxismo como tal debía transformarse y vincularse con el radicalismo político del movimiento social peruano. De allí que él dijo que el socialismo peruano no debía ser ni calco ni copia, sino una creación heroica. Mariátegui, en El hombre y el mito, también decía que la burguesía, las clases dominantes, cometían un error, al criticar al movimiento revolucionario latinoamericano. ¿Por qué? Porque las burguesías impugnaban y realizaban una crítica racionalista del método marxista, de su filosofía de la historia. Y lo que decía Mariátegui es que, en realidad, la fuerza de todo movimiento de transformación y de cambio social radicaba en su fe y en su pasión, no en su método. Y en tiempos históricos, lo que nosotros vemos es que la figura del intelectual no se reduce a su particularidad, es decir a poder situarlo en la estratificación social y decir que proviene de los sectores medios y demás. En realidad, cuando lo histórico nos interpela con fuerza, no nos llama como intelectuales, estudiantes, trabajadores, sino que nos llama como comprendidos en un movimiento histórico mayor y que nos supera, pero del cual formamos parte, al que somos llamados. Y que en eso debemos dejar de ser algo para ser otra cosa. Sartre siempre decía algo, Jean Paul Sartre, él decía “No nos convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros”. Es decir que el intelectual, como tal, debe ir más allá de su condición, debe ir al encuentro de otra cosa, no debe acercarse a lo histórico desde aquel que brinda solamente herramientas para conocer mejor, sino que es parte integrante de esa praxis histórica. Eso era lo que Rodolfo Walsh, hace ya cuarenta años, el primero de mayo en la Confederación General del Trabajo de los argentinos, en el año 1968, en uno de los párrafos de esa proclama, él define, para mí, cuál es la condición política del intelectual, cuál es su rol en un proceso histórico, y que esa definición no funciona solamente en un contexto histórico particular, sino que, de alguna manera, opera como un mandato imperecedero, o sea que transita más allá de un determinado periodo histórico. Y ahí, Rodolfo Walsh dijo: “El intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su época es una contradicción andante; y el que, comprendiendo, no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra”.

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