Gerardo Bavio fue intendente en Salta durante la gobernación de Miguel Ragone. Terminó detenido durante la gestión de Isabel Perón. Esta semana visitó Salta para trazar nuevos proyectos. Habló sobre el Gobierno nacional (y no se guardó sus críticas), sobre la justicia que se empieza a conseguir en otras provincias y acerca de por qué en Salta todo sigue en el silencio.
Daniel Medina
(Prensa - ISEPCi Salta)
Jueves. Acaban de leer la sentencia contra Bussi y hay un hombre que ha estado pegado al televisor escuchando, al que se le dibuja una mueca que se parece a la satisfacción. Minutos después empieza esta entrevista con ese hombre, que está más lúcido que nunca. Es Gerardo Bavio, que volvió a Salta, tierra en la que fue intendente durante la gestión del entonces gobernador Miguel Ragone. Fue partícipe de nuestra breve primavera. Tuvo que renunciar a ese cargo en los primeros meses de 1974. “Yo no me fui de Salta; en realidad a mí me sacan de Salta”, explica.
Por estos días estuvo en la provincia a raíz de que la Universidad Nacional de Salta, de la mano de su rectora, la ingeniera Stella Pérez de Bianchi, le entregara el título de profesor honorario en un acto académico llevado a cabo en el marco del Primer Encuentro Provincial de Políticas Sociales, organizado por la Secretaría de Políticas Sociales. También participó de una reunión con los representantes del ISEPCi (Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana), filial Salta. Como se puede inferir, Bavio, con sus casi ochenta años, no ha dejado de participar en política y tiene una función activa en el ISEPCi de Tucumán.
Para entender cómo Bavio llega a Tucumán, primero hay que entender por qué se va de Salta. Cada detalle de esos años está perfectamente grabado en su memoria. “A fines de noviembre del 74, el gobierno de Isabel decreta el estado de sitio, creo que el 8 de noviembre, y a los dos o tres días hay una ola de detenciones, y me detienen a mí y a varios compañeros. Entre los detenidos estaban Pablo Outes, Farjat Salim, Urrutia, Tártalos, Paulino Aramayo, Hugo Cejas, que habían desempeñado tareas, algunos incluso habían sido funcionarios de Ragone. Un caso excepcional es el de Farjat Salim, que era Ministro del poder judicial, y de acuerdo a la Constitución no se lo podía detener sin previo juicio y sin embargo lo detuvieron igual. A fines de diciembre nos trasladaron a Devoto. Estuve tres meses detenido, salgo a fines de febrero del 75, por gestiones de un tío mío, Ernesto Bavio, que tenía influencias en el Gobierno, amistades, porque fue senador nacional e hizo gestiones para que me sacaran. Me aconsejó que me vaya del país, pero yo tenía un compromiso con mis compañeros, no me podía ir”.
Bavio se queda en Buenos Aires, no se va del país y decide arriesgar el pellejo porque militaba desde el 69 en la organización Montoneros y estaban intentando conformar el Partido Peronista Auténtico. Allí se encontraban él, algunos ex gobernadores, Miguel Bonasso y Ernesto Jaureche, entre otros. “Con ellos armamos una junta promotora del Partido Peronista Auténtico, que duró hasta el 75; a fines de ese año, la cosa era muy difícil, la Triple A ya estaba asesinando gente y todos nosotros estábamos, evidentemente, en la lista de los objetivos, los blancos móviles, como decían ellos”, recuerda Bavio.
Volver a pisar Salta era suicida. Pero Bavio logra hacerse tres escapadas, para ver a su familia y, en una ocasión, para impulsar en la provincia la conformación de una junta promotora del Partido Peronista Auténtico. A Bavio esa idea no le cerraba del todo: se habían abierto sedes en otras provincias, como Mendoza, pero él sabía que en Salta y en Tucumán era imposible. Aun así hace el viaje. “En una de las venidas, en septiembre del 75, surgió en una de esas reuniones la necesidad de incorporar a Miguel Ragone en el proyecto del partido Peronista Auténtico. Pero hacer ese proyecto acá no duraba más de 24 horas, era ser boletas. Igual vinimos, por separado, hasta esas precauciones nos tomamos, y armamos una reunión con Ragone en la casa de mi madre, ahí en España al 900. En la reunión estaba Martínez Vaca, Juan Carlos Villamayor, Elisa López (ex legisladora ya en esa época), y un grupo de gente más allegada a Ragone en esa época. Ragone estaba también tratando de armar algo, en vistas a una posible futura elección (algo que hoy parece utópico, imposible), pero hay que recordar que el gobierno nacional había planteado que iban a haber elecciones”, relata Bavio. En esa reunión le plantean a Ragone lo que estaban haciendo; pero éste les dice que en Salta no era factible abrir un lugar sin que, en menos de 24 horas, le pongan una bomba o sin que empiecen a secuestrar y desaparecer gente. Ragone pensaba en dar la lucha dentro del peronismo en Salta.
“Evidentemente la fuerza con máximo respaldo popular que había en Salta en esos años era la de Ragone. Tuvo el respaldo de la población, lo demostró todo el tiempo, no sólo en las elecciones. Lo demostró en ese intento de toma de gobierno en septiembre del 73, año en que tuvieron lugar hechos fundamentales. Ganó la fórmula Perón-Perón. Sin embargo, a los dos días se da este hecho trágico, que es el asesinato de Rucci, que se imputa a un sector de Montoneros. Nosotros militábamos en esa agrupación, pero nos pareció un error político -y además ético-, haber provocado la muerte de un individuo criticable, muy criticable… pero no había que cometer ese error. Y al día siguiente hubo una misa, se juntó mucha gente antirragonista y ese mismo día, al salir de la misa, invadieron la Casa de Gobierno. Ahí estaban la derecha peronista, la burocracia sindical…Acá en Salta nos conocemos todos… Estaban los viejos orejudos del partido conservador. Ese intento duró poco, porque la plaza se llenó de las bases del pueblo que apoyaban a Ragone y los que se habían metido sólo pudieron salir cuando Ragone garantizó su seguridad”, evoca, sin perder los más mínimos detalles y añade: “Ragone tenía un apoyo popular indudable. Nadie le iba a disputar dentro del partido. Entonces tenía razón en ese sentido. En lo que nos equivocamos es en que iban a haber elecciones… Si él se hubiera ido a Buenos Aires con nosotros, quizá se hubiera salvado. A los pocos meses lo secuestraron”.
Entonces llegó marzo del 76 y el fin de ese proyecto; pero no de la labor de Bavio “Seguimos trabajando, con mucho cuidado seguimos trabajando e investigando. Siempre con el máximo cuidado. Yo investigaba sobre la realidad económica y social que se estaba viviendo y sobre los que estaban manejando la economía y política de aquella época. Algunos de esos trabajos tuvieron repercusiones, fueron importantes para entender la base política y social de la dictadura”, dice.
Finalmente se tuvo que exiliar en México, donde vivió desde 1978. Trabajó en la Universidad, de la cual guarda gratos recuerdos. Vuelve a la Argentina recién en los 90. Hubiera regresado antes, pero tenía una causa abierta y hubiera caído detenido. Lo acusaban a él y a los que habían realizado un documento crítico a la conducción de Montoneros, de asociación ilícita. Ese documento había sido firmado por Bavio y por otros, como Miguel Bonasso y el poeta Juan Gelman.
Bavio habla del drama del “des-exilio” y entonces hay algo de nostalgia en su voz, pero en ningún momento –y pese a todo lo que ha vivido- deja de parecer un hombre alegre. “Se vuelve y se encuentra otro país y otra gente, y algunos lo reciben a uno con dureza y además no hay laburo. Estaba muy difícil la cosa. Mi mujer era de Tucumán, ella consiguió trabajo ahí y después yo también. Me quedé en Tucumán por un tiempo”.
Hay un contraste entre el fallo que se dictaminó contra Bussi en Tucumán y lo que sucede en Salta. En esta provincia, los tiempos parecen ser otros. Mientras en el resto del país los juicios y las condenas se llevan a cabo, en Salta el silencio se mantiene. “Esta mañana pude hablar con una abogada muy querida que está en eso y me dijo que acá está densa y empantanada la cuestión, y que incluso hubo retrocesos (como el caso de Lona). Hay que tener en cuenta que la Justicia argentina ha sido un aparato utilizado por la dictadura y que todavía quedan estructuras que hacen que se posterguen algunas cuestiones, como las de Ragone y Palomitas.”
La lucha actual
Gerardo Bavio sigue trabajando en política. Es parte del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana, filial Tucumán. Desde allí asume una postura crítica en cuanto al gobierno nacional, sin negarle el reconocimiento por avances en algunas áreas como la de Derechos Humanos; pero está conciente de que falta mucho por hacer.
“No hay todavía una construcción política o un proyecto nacional claro. Cuando los Kirchner hablan de un país distinto, tienen razón, pero no dan detalles de cómo se conforma ese país distinto ni cuáles son los caminos que hay que seguir para construirlo”, afirma. También señala que el conflicto del campo ha puesto de manifiesto esas falencias (un conflicto que no estuvo suficientemente bien manejado desde el comienzo), de no haber hecho un proyecto más serio, de reindustrialización del país. “Todo eso son fallas que estamos tratando de mejorar. Hay que hacer un apoyo crítico. Cuando hay un conflicto con la oposición apoyamos al Gobierno, porque sabemos para donde tira la oposición, pero sabemos que el Gobierno nacional tiene falencias y todavía está muy apegado a la coyuntura”, sentencia.
“En el ISEPCi de Tucumán y en todo el país estamos trabajando en llenar esos huecos que se presentan. En el tema nacional hay proyectos concretos sobre la redistribución de la riqueza. Estamos trabajando en la Ley de radiodifusión. La que tenemos viene de la época de la dictadura militar y tenemos que transformarla. Estamos trabajando en el área educativa, en una nueva ley de educación superior y también estamos viendo la realidad de Tucumán y del noroeste argentino, de los reclamos federales, de las vías de integración para la región”.